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Adiós a Calzados Cantero, la histórica alpargatería de la plaza Olavide

Calzados Cantero, abierto en la Plaza de Olavide | SOMOS CHAMBERÍ

Diego Casado

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La estampa de largas colas para entrar a un comercio en la plaza de Olavide no es habitual, pero estos días los paseantes de la zona la pueden ver frente a la tienda de calzado que desde el año 1956 ocupa la esquina donde empieza la calle Santa Feliciana, en pleno corazón de Chamberí. Los motivos son dos: por un lado, las restricciones de aforos por Covid-19, que solo permite atender a la vez a dos clientes, y por el otro, un rumor que ha corrido como la pólvora entre el vecindario: Calzados Cantero cierra.

“Los clientes están desolados, porque no hay en el barrio una tienda como esta. Les da pena que nos vayamos, porque están acostumbrados a venir aquí”, explica su trabajador más veterano, Diego García. Se lo dicen las clientas que entraron en la tienda siendo niñas y que “ahora vuelven con sus nietos para comprarles sus zapatos”, relata en una conversación con Somos Chamberí en la que confirma el cierre.

“Este es un negocio que no es grande, que funciona bien pero que si lo mantienes cerrado dos meses, te quedas sin efectivo aunque tengamos clientela de sobra”, admite el dependiente, que cifra en 40.000 euros el agujero que dejó en el negocio la cuarentena. A las razones económicas para el cierre se unen las personales: Diego está cerca de la jubilación y otro de sus compañeros, Jesús, tiene ganas de marcharse a vivir a tierras valencianas, donde su mujer trabaja. Pero la clausura no es todavía inminente: despacharán el género que todavía tienen en la tienda y cuando llegue el otoño -en una fecha todavía no determinada- despedirán su negocio. “Pagaremos lo que debemos, cobraremos los atrasos y nos marcharemos sin hacer ruido”, añade.

Con el cierre se pondrá fin a un comercio histórico y tradicional -tiene esta catalogación desde los noventa- que puso en marcha una mujer, Catalina Blanco, cuando con 25 años (en el citado 1956) compró por 400.000 pesetas junto a su marido una ya entonces tienda antigua, dedicada a la venta de productos tan variados como pan, carbón o lámparas de parafina. Ella, que tenía experiencia con el mundo del calzado, decidió abrir una alpargatería para vestir los pies de los chamberileros. Y así lo siguen haciendo en su local hasta hoy.

Catalina contrató a Diego García en 1970, cuando cada par de alpargatas costaba 25 pesetas. Entonces adolescente, tenía 14 años y como los estudios en el cercano colegio San José no le iban bien, su familia le llevó a trabajar como aprendiz a la plaza de Olavide, que le pillaba cerca de casa (nació en el número 3 de la calle Garcilaso).  Este año cumplirá 50 años detrás del mostrador y solo tiene palabras de agradecimiento para la persona que montó el negocio.

Cata, como la conoce todo el mundo, es el alma de la tienda. Todo el mundo cree que soy su hijo porque hemos pasado media vida juntos”, dice Diego mientras se le quiebra un poco la voz al recordarla. “Yo la considero como una madre, porque a los de la tienda nos ha cuidado muy bien, tanto en el trabajo como en lo personal”. Hoy, Catalina tiene 99 años, sigue cotizando a la seguridad social y vive en una cercana residencia de ancianos, incapaz de recordar la historia del negocio que puso en pie. Diego la define como “amable, religiosa, querida y de buen corazón” y lamenta que a personas como ella no se le haya valorado el esfuerzo de su vida laboral. “Tendrían que reconocerle con una medalla al trabajo o algo así. Solo se merece cosas buenas”, pide emocionado.

Mientras vendían alpargatas, los que trabajaban en Calzados Cantero vieron los enormes cambios que ha experimentado Olavide: llegaron a conocer el mercado que ocupaba lo que ahora es la plaza (derribado en 1974) y también pudieron coger el tranvía que pasaba por delante. Poco a poco, observaron cómo el comercio tradicional era sustituido por restaurantes y bares, con los que compartían las columnas de hierro fundido de su interior y poco más.

Una bajada al sótano del local sirve para trasladarse a otra época: por las escaleras situadas en la trastienda se accede a una cueva donde está el almacén, lleno de antiguas estanterías hechas a manos para las cajas de alpagargatas, que ahora están casi vacías por falta de género. Allí llevan a veces a los turistas que recalaban en este rincón de Chamberí, atraídos por una referencia en la Lonely Planet, que cita este particular comercio en sus guías para España.

50.000 pares vendidos cada año

Calzados Cantero se marcha pese a su clientela fiel, a la que despacha unos 50.000 pares al año. Casi todos de marcas españolas y de mejor calidad que la mayoría de lo que se encuentra fuera de su establecimiento. “Las ventas cada vez son más difíciles, hay mucha competencia” dice Diego García señalando a las grandes franquicias, que venden alpargatas de calidad regular a bajos precios. “Esas duran 15 días. Si las trajéramos aquí solo tendríamos reclamaciones”.

Cuenta orgulloso el veterano trabajador que en una ocasión acudió la Policía Municipal a la tienda, para una inspección rutinaria, “y a los agentes les sorprendió que no tuviéramos ninguna queja archivada”. Muestra de su buen hacer es el trasiego continuo de clientes en el establecimiento, donde también han comprado conocidos como Victoria Prego, Constatino Romero, Anne Igartiburu, el exalcalde Ruiz Gallardón o la actual presidenta de RTVE, Rosa María Mateo.

El futuro del local que alberga Cantero es todavía una incógnita. Catalina no tuvo hijos y la herencia acabará en manos de unos sobrinos que no se pasan mucho ni por el local ni a ver a su tía a la residencia, como sí hacen Diego y Jesús, sus empleados. El local tiene a día de hoy muchos novios, fabricantes de calzado importantes incluidos. A los que trabajan en él les gustaría que la cogiera alguien del sector, que mantuviera su línea de calzado para todos los clientes a precios populares, pero es algo que no sucederá todavía. “Cuando nos vayamos, la tienda se quedará cerrada hasta que Catalina no esté en este mundo”, afirman con rotundidad.

Estas son algunas imágenes del interior de la tienda, con Diego García en algunas de ellas (AUTORÍA FOTOGRAFÍAS: SOMOS CHAMBERÍ):

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