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Cierra Salazar, la papelería más antigua de Madrid

Fernanda y Ana Martínez Salazar, a la puerta de su papelería familiar de la calle Luchana | SOMOS CHAMBERÍ

Diego Casado

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“Esta es una de las tiendas en las que lo encuentras todo, porque ahora en ninguna papelería lo tienen así”, dice a su acompañante una de las clientas de Salazar, el comercio que más tiempo lleva abierta en la calle Luchana, nada menos que 115 años. Dentro, las hermanas Ana y Fernanda Martínez Salazar atienden a todo el que entra. Como siempre han hecho desde que terminaron de estudiar a los 18 años y se pusieron al otro lado del mostrador.

“No nos dieron opción de elegir otra cosa”, cuenta Fernanda mientras recuerdan el pasado de un negocio en el que siempre hubo mujeres al frente y que arrancó en 1905, cuando su bisabuela Quintina abrió un estanco en el que también despachaba productos de escritorio, un área que fue ganando peso hasta que en 1929 se convirtió en papelería. En 1935 empezó a trabajar en la tienda Elena Salazar, la madre de Ana y Fernanda y que acabaría dirigiendo el local al que se añadió una imprenta en los años cincuenta, que dio trabajo a 19 personas y que tiene una historia tan larga como la de sus doce décadas de existencia, resumida en multitud de artículos de prensa y reportajes televisivos.

Salazar cierra justo después del confinamiento por la pandemia de coronavirus, pero lo hace porque sus actuales responsables ya deberían haber acabado su etapa laboral y porque no hay nadie detrás que coja el relevo. “Estamos ya en edad de jubilarnos, aunque no lo parezcamos”, bromea Ana explicando las razones del cierre en conversación con Somos Chamberí desde un mostrador que rezuma parte de este pasado por cada esquina, con un mobiliario original de los años 50 o unas majestuosas columnas de la misma época que revisten las vigas de hierro que sujetan el edificio. Decenas y decenas de pequeñas joyas disimuladas completan este recuerdo histórico entre su abundante oferta de material de oficina, cuadernos y todo tipo de utensilios para dibujar. Como la viñeta que les regaló Forges y que reproducimos bajo estas líneas.

El del dibujante gráfico es solo uno de los muchos reconocimientos de gentes del mundo de la cultura, la mayoría recopilados en hojas almacenadas en un atril situado en el mostrador principal pero también escondidos por diferentes lugares de la tienda.

Sus hijos no quieren seguir con el negocio que abrió la bisabuela y en el que Elena Salazar pasó 71 años, casi toda su vida: “Mi madre se murió a los 87 con las botas puestas, pagando la seguridad social hasta el último día”, explica Fernanda, que prefiere retirarse ahora y obtener una merecida jubilación: “Esa era su vida, no la nuestra. Nosotras ya hemos dicho que no seguimos”. Papelería Salazar se marcha en una ciudad en las que las franquicias y los comercios de todo a un euro copan el mercado de papelería y donde no se valora como antes la experiencia de conocer cuál es el tipo de lápiz que necesita cada cliente. “Al principio todo se hacía a mano y se empaquetaba a mano. Ahora viene envasado y preparado de forma industrial”, lamenta con nostalgia.

La fecha de cierre es todavía una incógnita, pero los clientes que quieran despedirse o comprar algo antes de que la verja de Salazar se eche para siempre han de acudir a hacerlo antes del mes de agosto. La decisión que han tomado ambas hermanas la llevan con pesar. Y explican que algunos de sus clientes incluso les regañan por poner fin al negocio. Para Fernanda, que nació encima de la propia papelería -“a mi madre no le dio tiempo a ir al hospital”, nos cuenta- le tiembla la voz cuando piensa en lo que más va a echar de menos: “El trato del día a día con los clientes, hay gente majísima por la que hemos estado aguantando tanto sin marcharnos”, dice con pena.

Estas son algunas de las imágenes para el recuerdo de la papelería Salazar, pincha en ellas para ampliarlas (fotos: Somos Chamberí):

Badish Gb

A estas historias de tantos de nuestros años SÍ había que hacerles un monumento. Los barrios pierden parte de su vida, pero desgraciadamente el presente presente presente nos impone el olvido y lo aceptamos. Desde Granada mi aplauso.
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