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El Organillo: “Chamberí siempre ha sido un distrito guerrillero”

El presidente Julio López (a la izquierda), junto a otros miembros de El Organillo, en su 40 aniversario

Diego Casado

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Dos jóvenes se sientan en uno de los bancos de los jardines del concejal Muñoz Revenga, disfrutando de un entorno verde que, hace décadas, era un depósito de combustible. “La esquina de Campsa” llamaban a este espacio ubicado en el cruce de Blasco de Garay y Meléndez Valdés. Un lugar peligroso y poco salubre que, gracias a las reivindicaciones vecinales, acabó convertido en un parque.

A pocos metros de los jardines se encuentra la organización que aunó estas protestas y consiguió transformar las quejas ciudadanas en un torrente a través del cual conseguir cosas. Se trata de El Organillo, una de las asociaciones vecinales más longevas de Madrid con 43 años de edad (41 desde su legalización) y que cuenta entre sus logros -a veces en solitario, otras en compañía- la recuperación del edificio que albergó el Hospital de Jornaleros, la reversión del campo de golf del Canal o la paralización de los aparcamientos de Álvarez de Castro.

“Chamberí siempre ha sido un distrito guerrillero”, destaca a este periódico Julio López de la Sen (Madrid, 1973), actual presidente de la asociación. “El movimiento asociativo está en las raíces de este distrito”, recuerda al echar la vista atrás y pensar en batallas ganadas y en otras que no se consiguieron vencer, como la de los túneles de Ríos Rosas. Esa pelea le pilló joven a Julio, que entró en la asociación años después, a raíz de la violencia que se desataba -con problemas de drogas- precisamente en los Jardines de Muñoz Revenga.

“Jugaba al fútbol con mis amigos allí y siempre presenciábamos peleas, que a veces nos afectaban. Fuimos a reclamar a la junta de distrito, cuando estaba al frente Mercedes de la Merced, y no nos hicieron ni caso”, recuerda. Entonces acudieron a El Organillo: “Planteamos el problema, la asociación trasladó la queja y enseguida apareció la policía por allí. Los incidentes se minimizaron muchísimo”. Así que lo siguiente que hicieron fue volver a la asociación para echar una mano. “Nos dijeron lo mismo que seguimos diciendo ahora a todo el que viene: este espacio es de los vecinos y para los vecinos. A cualquiera que viene aquí con ganas de hacer cosas le damos la gorra de capitán”, explica.

Acciones puntuales aparte, en la charla de Somos Chamberí con Julio aparecen los problemas clásicos del barrio, sobre los que siempre llueven las protestas y no cambian: “La escasez de zonas verdes, las pocas dotaciones, el ruido y el abundante tráfico”, enumera lamentando que no hayan conseguido hacer que desaparezcan. El primero de ellos se paliará dentro de poco gracias al nuevo parque sobre el Tercer Depósito del Canal. “Fue la gran lucha de los últimos años, arrancada gracias a los abogados de la asociación”, recuerda Julio, quien añade que tuvieron que pelear “contra todo el poder de Esperanza Aguirre, que estaba empecinada en construirlo y nos ninguneaba a los vecinos”. Hoy, después de muchas batallas compartidas con Parque Sí (la asociación junto a la que lograron revertir el campo de golf) las sensaciones han cambiado: en las reuniones que mantienen con el Canal de Isabel II creen que hay “buen talante” y se sienten “valorados”. Esperan que la licitación salga pronto y que las obras del nuevo parque se inicien pronto.

A los problemas clásicos hay que añadir uno de reciente cuño no tan fácil de advertir, advierte Julio: el de las viviendas turísticas. El Organillo acaba de presentar alegaciones al plan del Ayuntamiento para intentar cerrar el 95% de ellas. “Es un tema en el que ninguna administración puede ponerse de perfil, las casas no son hoteles y, al igual que no puedes montar en nuestra casa una peluquería o un bar, tampoco puedes crear una actividad hotelera”. Los vecinos creen que las subidas de alquiler están directamente asociadas a este fenómeno, “que nos llevan a un cambio en el modelo de ciudad, con cambio en los tipos de comercios y a la expulsión vecinal”.

Y llegamos al tema de la movilidad. El Organillo fue una de las asociaciones más críticas con la actuación de Despacio Galileo. “El programa de Ahora Madrid en esta materia nos gustaba, pero hay un problema con el procedimiento con el que se está llevando a cabo. Las congestiones del tráfico no son exclusivas de la ciudad ni de ningún barrio. No debes tomar decisiones como cortar calles si previamente no acuerdas con otras administraciones reforzar la red de transporte público, mejorar las frecuencias, aparcamientos disuasorios, etc”, explica Julio.

“Hay poca duda en que el planteamiento de la intervención en Galileo fue un error”, dice seguro. “El problema viene cuando sigue entrando el mismo número de coches, cortas Galileo y consigues que la calle de Meléndez Valdés, muy tranquila, esté colapsada a todas horas. Se gestionó más”. Y lanza un vaticinio: aunque El Organillo sigue pidiendo la reversión del ensanche de aceras en Galileo o, al menos una mesa de negociación, cree que esa zona “no se va a tocar” antes de que acabe la legislatura.

No obstante, El Organillo no se cierra en banda a otras actuaciones de urbanismo táctico para frenar el aumento de tráfico en Chamberí por la implantación de Madrid Central: “Algo habrá que hacer, actuaciones como la de cambiar la banda de aparcamiento en Vallehermoso la aplaudimos en su momento”, recuerdan.

Terrazas y ruido

El último de los clásicos es el del ruido y el de la hostelería descontrolada, a la que achacan desde El Organillo parte del problema: “No hay un control real sobre las terrazas actualmente en Chamberí, en la calle Santa Engracia, por ejemplo, los incumplimientos son tremendos”, resalta López. Y señalan que la Zona de Protección Acústica Especial que se implantó en Gaztambide marca el camino: “Habría que ampliar la ZPAE a prácticamente todo el distrito y que incluya zonas como Ponzano, además de empezar a regular las barras de degustación con las que los locales de hostelería se saltan las restricciones”.

La entrevista acaba con un recorrido por el pequeño local de la asociación, con las paredes llenas de carteles de fiestas y de reivindicaciones sobre el barrio. También cuentan con un aula de formación, donde se imparten talleres de informática, fotografía, edición de vídeo... el lugar llegó a albergar uno de los primeros puntos de acceso público a internet de Madrid, que la asociación mantuvo de su propio bolsillo después de que se acabaran las subvenciones, por la elevada demanda.

En las estanterías de El Organillo también abundan los trofeos deportivos y carteles alusivos a victorias vecinales: “Esto es un ejemplo de que la lucha merece la pena”, añade el presidente de El Organillo. “Cualquier mínima cosa que sucede en el barrio nos afecta y con el activismo hay posibilidad de cambiarlo. A veces cuesta, pero es necesario para construir una sociedad mejor”.

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