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Rueda ensaya una presidencia de poder absoluto sin contrapesos y distanciada de la sombra de Feijóo

El presidente de la Xunta, Alfonso Rueda, durante una procesión de la Semana Santa ferrolana junto a su conselleiro de Presidencia, Diego Calvo.

Beatriz Muñoz

Santiago de Compostela —

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Alfonso Rueda apenas tocó el gobierno de la Xunta de Galicia que le dejó en herencia Alberto Núñez Feijóo, tras su salto a Madrid. Pero, con la mayoría absoluta -40 diputados de los 75 que componen el Parlamento gallego- lograda en febrero, ya con su nombre en el primer puesto de las papeletas del PP, ha recolocado las piezas del Ejecutivo en una maniobra con la que marca la independencia con respecto a su antecesor y diluye el poder por debajo de la figura de presidente. Ha eliminado las vicepresidencias, ha redistribuido competencias, ha prescindido de tres conselleiros -dos de ellos nombrados por Feijóo- y ha incorporado a cuatro nuevos miembros a su gabinete.

Hace dos años, cuando afrontó su primera investidura sin haber pasado por las urnas, la oposición lo recibió como “presidente accidental”. Las referencias a que no había sido votado por la ciudadanía para el cargo se mantuvieron este tiempo, en el que Rueda optó por hacer pocos cambios, casi únicamente los obligados por las decisiones de Feijóo, que llevó consigo a Madrid a su equipo más cercano de asesores y llamó para incorporarse a las listas para las generales de julio de 2023 a dos conselleiros y al portavoz parlamentario del PP en Galicia. La actitud ha cambiado tras su segunda investidura. “El refuerzo de mi figura [como presidente] vino del resultado electoral”, declaró Rueda ante una pregunta sobre si sus decisiones respondían a un interés por centrar los focos y el poder en sí mismo.

Su explicación para la decisión de eliminar las vicepresidencias -la figura estaba en el organigrama desde 2012, cuando él mismo ocupó el cargo- es que pretende un gobierno “horizontal” con la gestión de los asuntos “muy interconectada”. Lo argumentó con que hay políticas, como la del reto demográfico, que requieren “una actuación casi coral”. Y dejó un mensaje para sus conselleiros: “En ningún caso me lo tomo yo o lo toman los afectados como otra cosa que una reorganización. Yo mismo pasé por varios puestos y siempre entendí que había cosas que tocaban en cada momento. Siempre supe lo que se esperaba de mí y siempre intenté cumplirlo. Estoy seguro de que todos los conselleiros que hoy [por el 15 de abril] tomaron posesión, con independencia de si sufrieron cambios en sus tareas, saben que hay que trabajar por el interés general”.

Entre esos conselleiros que Rueda confía en que sepan qué espera de ellos está Diego Calvo, uno de los que ha perdido el cargo de vicepresidente y, en el momento de la sucesión de Feijóo, uno de los barones provinciales del PP -es el presidente en A Coruña- que hizo declaraciones en público pidiendo un congreso para elegir al nuevo líder del partido y evitar un nombramiento a dedo. En el mismo sentido se pronunció el que era líder de los populares en Ourense hace dos años, José Manuel Baltar. Las críticas fueron acalladas y la candidatura de Rueda defendida en público y presentada ante los militantes como la única. Hubo congreso extraordinario, pero solo un nombre por el que votar.

Diego Calvo llegó al Gobierno autonómico con la dimisión de Feijóo y los relevos que esta obligaron a acometer en la Xunta y el PP gallego. Rueda pasó a ser presidente y su hueco como vicepresidente y conselleiro de Presidencia lo ocupó Calvo con una única variación: el jefe del Gobierno se llevó consigo las competencias en turismo y pasó a la consellería las de deporte. Se creó otra vicepresidencia -segunda-, para la que fue nombrada la conselleira de Medio Ambiente, Ángeles Vázquez. En el equipo que acaba de nombrar Rueda, tanto Calvo como Vázquez pierden ese cargo. Pero los cambios van más allá y afectan a las competencias: la responsable de Medio Ambiente deja de estar al mando de la política de vivienda, pero asume la coordinación de los trámites para autorizar proyectos de energía renovable.

En el caso del conselleiro de Presidencia, lo que pierde es el control sobre los delegados territoriales de la Xunta, cargos que a lo largo de los años han mostrado un perfil político y, en algún caso, han terminado dando el salto a candidatos en elecciones municipales. A cambio, ahora tiene bajo su responsabilidad el área de transportes, plagada de críticas y conflictos que han llegado a los tribunales. Fuentes del entorno de Rueda rechazan que estas maniobras sean un intento de diluir el poder de Calvo y sostienen que, al contrario, la gestión del transporte es “casi una competencia estrella”, que le da visibilidad porque “hay mucho que decir y que hacer tanto a nivel de reclamar al Gobierno central como a nivel de gestión propia”. Ya hubo un periodo entre 2009 y 2012 sin vicepresidencias en la Xunta, añaden las mismas fuentes, que insisten en que los cambios “no van contra nadie” y que Calvo será quien sustituya a Rueda si este se tiene que ausentar.

Entradas y salidas de conselleiros

La primera decisión que hizo pública Rueda sobre su gobierno, antes de ser investido, fue la salida de la hasta entonces conselleira de Infraestruturas, Ethel Vázquez, quien había formado parte de los gabinetes de Feijóo desde hacía más de una década. Al nombrar a su equipo prescindió también del responsable de Sanidade, Juio García Comesaña, a quien Feijóo había elegido para el puesto cuando la pandemia de COVID-19 estaba todavía en su peor momento, y Elena Rivo, que llevaba apenas 10 meses al frente de las políticas de empleo y que, tras conocer la decisión, no acudió a la toma de posesión de sus compañeros y renunció a su acta de diputada en el Parlamento.

Dentro de los movimientos con los que trató de marcar un perfil ya diferenciado del de su antecesor, Rueda optó por tomar posesión como presidente en el Panteón de Galegos Ilustres, en lugar de en el Parlamento de Galicia. Y cambió las reuniones semanales del Consello del tradicional jueves al lunes. En la comunicación, ha dado entrada a la informalidad, con vídeos como el compartido en TikTok para presentar a sus conselleiros en el que emula a Los Vengadores.

También amplió el número de consellerías, aunque solo en una: separó Cultura de Educación y eligió para la primera a un político cercano a él, el ya exalcalde de A Estrada (Pontevedra), José López Campos. En el nombre de este departamento incluyó la mención específica a Lingua. Ha habido también cambios en la Secretaría Xeral de Medios, el departamento a cargo de distribuir el sustancioso pastel de las ayudas a la prensa. Esta semana se aprobó el cese a petición propia de la hasta ahora responsable, Silvia Valdés, y el nombramiento del sustituto, Pedro Rojo, hasta ahora jefe del gabinete del presidente del Parlamento de Galicia.

Las actas de diputado

En ese organigrama sin contrapesos al presidente que ha elaborado, Rueda ha dejado entre las competencias que dependen directamente de él dos oficinas de nueva creación. Una es de carácter económico y el objetivo es reducir la tramitación en los proyectos empresariales. La otra es la Dirección Xeral de Asuntos Constitucionais, pensada para batallar con el Gobierno central. La dirigirá una letrada de la Xunta, Isabel Concheiro. El nombre de la persona que asumirá la oficina económica está entre los anuncios pendientes.

También falta por conocer otra decisión con implicaciones de relevancia: qué conselleiros van a mantener el acta de diputado. Casi todos -salvo el de Sanidade, el de Cultura y la de Medio Rural- tiene un asiento en el Parlamento y lo habitual es que la mayor parte lo dejen para centrarse en sus tareas en el Ejecutivo. Pero es igualmente habitual que algunos lo mantengan. Ser diputado es, por ejemplo, una de las condiciones para poder ser elegido presidente de la Xunta. De no haber tenido un hueco en el Pazo do Hórreo, Rueda no podría haber sustituido a Feijóo hace dos años.

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