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José K. torturado: teatro para estremecerse y pensar

Iván Hermes durante la representación

Luis de la Cruz

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“Me llamo José K., y he sido torturado”. Esta frase, que se repite en varias ocasiones durante la primera parte de la obra, da el pie a José K. torturado, la obra de Javier Ortiz que se representa estos días en el Teatro de la Abadía.

La premisa de la obra es la siguiente. Un terrorista internacional ha puesto una bomba en una plaza (de un lugar indeterminado) llena de gente, que espera asistir al discurso de los líderes políticos de su país. La policía tiene detenido al terrorista –José K.– y sabe que existe la bomba…pero no conoce el lugar donde está colocada. Según piensan, desalojar la plaza desencadenaría el caos y, quizá, una catástrofe. Hay que hacer que el terrorista diga dónde está colocada esa bomba.

De esta manera, llevando la situación al extremo, el autor del texto nos sitúa en los límites éticos de la tortura. Nadie, absolutamente nadie decente, se reclamaría a favor de la tortura, pero… ¿y si golpear a un hombre sirviera para salvar cientos de vidas?

La obra nació a raíz de una conferencia del periodista Javier Ortiz en el Conde Duque sobre Tortura y doble moral, que llamó la atención de unos productores teatrales presentes en la sala, que le encargaron –¿le retaron? – dramatizar sus posiciones. La obra no encontró entonces empresarios dispuestos a que en sus tablas se abordara –y en carne viva– el espinoso tema de la tortura, hasta que, años después, se estrenó en una lectura dramatizada en la sede de la Sociedad General de Autores, con Ramón Langa como José K y bajo la dirección de Sandra Toral. Esta fue la única vez que se escenificó con su autor vivo, pero la obra se estrenó de nuevo en El Teatro Español en 2012, dirigida por Carles Alfaro e interpretada por Pedro Casablanc.

Ahora, el mismo Alfaro ha retomado José K. –a su impresionante dirección de actores se une un control escenográfico milimétrico–, para lo que ha contado con el actor Iván Hermes, quien asume el reto de meterse en el pellejo del terrible terrorista.

¿Qué encontrará el espectador de José K.? Un monólogo dramático y un ensayo sin respuestas cerradas. Un artefacto que funciona en ambas claves y que, probablemente, lo hace porque el equipo que se ha enfrentado al texto las ha considerado una sola. Son muchas, muchas, palabras, que se derrumbarían sin un actor que las diera verosimilitud…y son innumerables los recovecos de la construcción de un personaje muy complejo, inviables sin un texto que da soporte a su densidad psicológica . El sonido y la iluminación, de los que se encarga el propio Alfaro, son también imprescindibles para el resultado final.

Hermes hace una interpretación muy física. Pese a que su personaje se pasa todo el tiempo maniatado y sentado –dentro de una diminuta celda de castigo– cada músculo de su cuello y de su rostro, cada uno de los posibles escorzos de su estampa ensangrentada, se ponen a disposición de un texto denso y emocional. Los del patio de butacas lo sabemos bien, porque la obra muestra un primer plano de su rostro en una pantalla de cine durante toda la obra, haciendo coincidir en escena la fisicidad lejana de su cuerpo desnudo y la cercanía descarnada de su gesto.

José K. nos pone frente a frente con un terrorista –el más terrible y asesino de los terroristas– humano, dotado de lógica, por momentos de empatía, de recuerdos…una construcción que es posible porque también nos pone frente a un estado inhumano. Hay un torturador al que no vemos, “el listo”, que se muestra delante del espectador tan  bañado de destrucción como el torturado…con la particularidad de que él es “uno de los nuestros”. De esto también habla José K. torturado.

Dónde: Teatro de la Abadía

Cuándo: hasta el domingo 10 de marzo alas 19 o a las 20 h.

Cuánto: 22 euros

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