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Llegar al verano como sea

Castropol visto desde la playa de los Bloques de Ribadeo | ÁNGEL ALDA

Ángel Alda

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Jueves, 16 de abril de 2020. El calor, el gas carbónico de la gaseosa y el baile con orquesta en la plaza del pueblo. La fórmula secreta para frenar a la Covid-19. Es un bulo, claro, pero si cuela, cuela. Me encantan los bulos en positivo y odio los quintaolumnistas y desesperanzadores.

La efervescencia del verano. Las carreras por la playa. El paseo hacia el faro. Los mercadillos de los pueblos. Eso no es bulo. Son cosas que funcionan desde el principio de los tiempos. Navegar las tardes de zalea. Ver como las urracas alquilan por horas el tejado de la casa de enfrente a las gaviotas. Escuchar al tiempo los ensayos al piano de Leopoldo en el auditorio. Hasta ir a la farmacia de Pedro a por el pedido del mes resulta benéfico para el alma y el cuerpo.

Ir a Arnao o a Penarronda con la marea baja para que los bañistas dispongamos de muchos metros cuadrados de propiedad arenera. Ya de tarde recoger a algún amigo. Pongamos que a Antonio y Eloina. Y marchar al Risón del puerto, de alguna forma hay que llamarlo, de Castropol. Ya se preocupará Antonio una vez más de recordarnos la historia del gánster de Chicago que se escondió en El Esquilo o de la música que sonaba por las ventanas de la pensión Guerra donde se alojaba Luis Cernuda. O nos desvelará la verdad histórica detrás de la leyenda de la Searila.

Pasará el verano y el terapéutico calor seguirá con nosotros con el otoño caliente. Calor insoportable de la crisis económica, de la emergencia social y de la bronca política asegurada.

Y más tarde el calor de hogar. El reagrupamiento familiar de las navidades donde se curarán las heridas de la distancia.

Y ya para la primavera la vacuna.

Como ven, lo importante es llegar al verano.

Ánimo, que solo quedan dos meses de dulce encierro.

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