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Opinión - La derrota tiene una dignidad que Feijóo no conoce. Por Esther Palomera

Nada volverá a ser igual

El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, junto a las vicepresidentas María Jesús Montero y Yolanda Díaz el pasado 24 de abril en el Congreso.

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Nada volverá a ser igual. Los cinco días que se dio Pedro Sánchez de reflexión sobre su continuidad como presidente del Gobierno de España han dejado a la intemperie las gravísimas fallas de este país. Conocidas y largamente denunciadas –solo por algunos, bien es verdad– no se ha hecho nunca nada por resolverlo. Ahora están ahí, en toda su crudeza, supurando las infecciones purulentas que se dejaron crecer. Los antibióticos suelen funcionar en la vida real para esos males, y, solo si se acomete con su misma resolución y eficacia el mal, podremos decir que esta catarsis ha sido positiva. Porque, de ganar los desestabilizadores, tampoco nada será lo mismo. Impondrán el peso de su bota triunfante como ya hicieron sus ancestros en el siglo pasado y siempre que han tenido o forzado la oportunidad.

Luego es un momento crucial el que vivimos. Ni siquiera en el hecho concreto de si Pedro Sánchez sigue o no en el cargo que ostenta por el mandato de la mayoría del Parlamento surgido de las urnas –no lo olvidemos–, sino por quién gana la guerra desatada por la pestilente derecha española. Hay otras, pero ésta es así.

Se palpa la incertidumbre; en algunos casos, la angustia. En las cadenas de WhatsApp se multiplican los bulos –burdos e irrepetibles– y los temores: la bomba del golpismo judicial y mediático ha dado de lleno sobre la sociedad. De alguna manera es una forma de extender el daño buscado por sus mentores. Hay cansancio y hasta apatía por tan larga condena a un sistema muy poco limpio y a una democracia permanentemente tutelada. 

Al cierre de esta columna, nadie sabe qué va a hacer Sánchez. Está encerrado con su esposa sin salir ni hablar con nadie, se dice. La impresión de los más cercanos es que va a dimitir. Ya lo iba a hacer el miércoles pasado, pero atendió a la recomendación de meditarlo hasta este lunes. No sabemos cómo está influyendo en él todo lo ocurrido desde entonces. Los apoyos múltiples, las redobladas flechas envenenadas de los detractores. La crisis es cierta, su dolor también; no hay estrategia oportunista, según se deduce de múltiples síntomas.

Consumimos las últimas horas de espera con el regodeo de quienes se sienten triunfantes del golpe. El alcalde de Madrid que mandó destruir y retirar, al poco de ser elegido, las placas de granito con los nombres de los represaliados por el franquismo del cementerio de La Almudena, se permite acusar a Sánchez de autoritarismo y afirmar que con él no hay democracia. Solo lo más degradado de la especie humana se permite ensañarse con el árbol que cree caído. Ningún otro animal lo hace.

El jefe transitorio del PP, Núñez Feijóo, también arremete contra Sánchez en las portadas que le brindan sus medios. Compara a Sánchez con Franco.  El periodismo informa, entretanto, de que a sus rivales en Galicia les practicó la misma campaña de bulos y desprestigio personal. Es un ser carente de escrúpulos. El socialista Emilio Pérez Touriño y el nacionalista Anxo Quintana fueron sus víctimas. Solo el fascismo utiliza en sus ataques la deshumanización de sus víctimas.

Feijóo es un presidente del PP que declara sin enrojecer de vergüenza: “Cuando alguien ataca a los tribunales, a los periodistas y a los medios, dimite de la democracia”. Se diría que ya dimitió en su partido, sin ir más lejos, cuando el asesor de Ayuso Miguel Ángel Rodríguez amenazó a la periodista Esther Palomera y a ElDiario.es con frases tan explicitas como “os vamos a triturar, vais a tener que cerrar”. Su cinismo es indignante.

¿Pueden ganar la partida? Tienen el Poder Judicial con una mayoría nombrada por el PP sin renovar desde hace más de 5 años. El historial de algunos de sus jueces afines que relataba aquí el Gran Wyoming deja poco lugar a dudas sobre los mimbres que les forman: involución pura y dura con ningún miramiento en disimularlo.

Les ha salido bien en notorios casos anteriores. Los más recientes de la larga lista, Pablo Iglesias e Irene Montero, Juan Carlos Monedero, Trías, Mónica Oltra, Isa Serra o Victoria Rosell. Con grandes complicidades mediáticas, así llegamos a todo esto. El PSOE no hizo nada por evitarlo o repararlo. Tampoco salió muy airoso del espionaje o la guerra sucia a independentistas catalanes.

Desde la legitimidad de quienes denuncian todo de todos, hay que señalar que no se avanza en democracia pasando lista de adhesiones y ausencias y hablamos de eso: lo que está en peligro es la democracia. Sánchez, si se va, encontrará destinos más tranquilos pero hoy es el símbolo de la guerra golpista contra la democracia.

Cinco días intensos en los que hemos añadido datos para un escenario mucho más amplio del problema. El gobierno de un Mariano Rajoy impune fue a por Sánchez y su familia desde que el socialista resulto elegido Secretario General del PSOE hace 10 años  con la guerra sucia que desató desde el propio Estado y utilizando al comisario corrupto Villarejo. Lo sabemos incluso por audios con sus voces. Un país decente no puede funcionar con esa gentuza destructora en sus cúpulas. Una sociedad educada no puede cometer la inmoralidad de encumbrar a semejantes especímenes a puestos de mando. Y lo ha seguido haciendo. Con ese PP socio sin complejos de la ultraderecha. Con su estrellita lenguaraz como pocas, que dejó morir sin asistencia médica, asfixiados y solos, a 7.291 ancianos, mientras gastaba nuestro dinero en ladrillos del Zendal. La que sigue disfrutando sin complejos de las ganancias logradas por su novio el comisionista defraudador de Hacienda, con los contratos que otorga a su principal cliente, Quirón, de forma preferente la Comunidad de Madrid.

Lo de España no es un caso único, como sabemos. Lula en Brasil o António Costa en Portugal sufrieron también el lawfare  y el mediafare. Y la esposa de Macron en Francia, como analizaba en detalle la periodista Carmela Ríos, en un hilo muy documentado:

El gravísimo problema de nuestro tiempo es, como señala Carmela Ríos que “la desinformación ha alterado los procesos de formación de los estados de opinión de una sociedad”. (...) “Los bulos tienen un denominador común: los conocemos porque han sido contados por los medios de información de referencia. El periodismo es también hoy contar la desinformación, destapar a sus actores y explicar sus mecanismos”. Es decir, en el periodismo está el problema y la solución, si se aplica.

Duro. La cloaca mediática ha seguido exultante apoyando el acoso a Pedro Sánchez y Begoña Gómez. Manteniendo bulos tranquilamente. El manifiesto firmado por miles de periodistas –de los que trabajamos en periodismo– les ha sentado como una coz porque asombrosamente se han dado por aludidos. Hasta llegar a editoriales y portadas.

La desinformación manipuladora es el otro gran problema, como no dejamos de insistir. Hasta empleados del medio creador de los terribles bulos del 11M se permiten dar lecciones a los periodistas de verdad.

Creo que Pedro Sánchez tiene todo el derecho a pensar qué hace con su vida, siempre y más dadas las actuales circunstancias. Y puede volver perfectamente diciendo que se queda. Siempre que anticipe las medidas para cortar el golpismo judicial y mediático. Es ineludible e inaplazable y nadie mejor que él podría hacerlo ahora. Por eso nada volverá a ser igual. O ganan la desestabilización o por fin se convierte España en una democracia sin corruptas tutelas ultras. Dispuesta siempre a enfangar la sociedad con sus métodos de buscarse sus fines.

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